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Los laboratorios defienden precios justos para invertir en Brasil

Publicado en 02 de abril de 2019

En los últimos meses, dos multinacionales, Eli Lilly y Roche, han anunciado que cerrarán la producción de medicamentos en Brasil, como parte de la reorganización global de sus operaciones y cartera industriales. Por otro lado, la industria farmacéutica local ha entablado conversaciones con el gobierno federal en busca de normas que estimulen nuevos proyectos y aceleren las inversiones.

Entre 2016 y 2018, los laboratorios de capital nacional anunciaron inversiones de al menos R$ 3,4 mil millones en la ampliación de la capacidad de producción y desarrollo de productos, y hay impulso para más. "Es una industria que puede desarrollarse rápidamente, que ha crecido dos dígitos al año en las últimas décadas, pero necesita un entorno empresarial más amigable", afirma el presidente ejecutivo del Grupo FarmaBrasil, Reginaldo Braga Arcuri. Las once empresas farmacéuticas reunidas en la asociación representaron 26% del mercado farmacéutico brasileño en 2018, con R$ 16,6 mil millones en ventas, y son responsables de los R$ 3,4 mil millones en desembolsos anunciados en tres años y compilados por FarmaBrasil.

Según Arcuri, ha llegado el momento de debatir una política para el sector, sobre todo porque las reivindicaciones coinciden con el discurso liberal del nuevo Gobierno. A pesar de las dificultades, los grandes laboratorios nacionales han asumido el riesgo y están invirtiendo en innovación con su propio dinero. "El sector no quiere protección ni subvenciones", afirma. Reglas claras y precios adecuados para la innovación, añade el director científico y socio de Biolab, Dante Alario Junior, estimularán los proyectos nacionales que existen actualmente en el campo de las ideas, o que están disponibles en el mercado internacional y llegan al país como productos importados.

La propia Biolab negocia con una multinacional estadounidense la transferencia de nueva tecnología para su producción en el país, pero la ejecución del proyecto depende del precio que fije la Cámara de Regulación del Mercado de Medicamentos (CMED). En 2017, abrió un centro de investigación y desarrollo en Canadá, con un desembolso de R$ 140 millones, y anunció inversiones de R$ 450 millones en una nueva fábrica en Pouso Alegre (MG). Sin embargo, si la innovación incremental no se remunera en el país, existe el riesgo de que Biolab produzca determinados tratamientos en Canadá y los exporte a Brasil, reconoce Alario. El cierre de la producción local por laboratorios extranjeros - una tendencia que ha ganado impulso desde 2010 - abre un vacío en el mercado interno que no debe ser llenado por las importaciones, dice Arcuri. El año pasado, según FarmaBrasil, el déficit comercial de medicamentos creció 13% y se situó en torno a los US$ 6.000 millones, el más alto en al menos dos décadas.

Mucho se habla de la dependencia de Brasil de la importación de principios activos, pero lo que pesa en la balanza comercial son los medicamentos ya preparados. Mientras que las importaciones de principios activos farmacéuticos (API) crecieron 25% en el año, hasta los 2.100 millones de US$, las compras al exterior de medicamentos sumaron cerca de 7.000 millones de US$, un 9,7% más, impulsadas por los biológicos y otros medicamentos de alta complejidad.

El objetivo de la industria, dice Arcuri, no es impedir las importaciones, sino permitir a los laboratorios locales ampliar las exportaciones y participar en el mercado mundial. Con más de 300 empresas asociadas, el Sindicato de la Industria de Productos Farmacéuticos (Sindusfarma) está muy preocupado por el cierre de más fábricas en el país. "Las grandes farmacéuticas brasileñas no están siguiendo este camino porque todavía no tienen escala fuera del país. Pero está ocurriendo lo mismo que pasó con los farmoquímicos [API] hace algunas décadas", afirma el presidente ejecutivo de la organización, Nelson Mussolini.

Según Arcuri, el eje central de la política defendida por la industria en este momento es la tarificación de la innovación incremental, que aporta ganancias adicionales a las que proporciona la molécula existente -como el uso de la nanotecnología para aumentar o facilitar la absorción de un producto-. La inversión en nanotecnología en este caso, explica, acaba no siendo remunerada por la actual norma de precios. Como resultado, la industria se desanima a la hora de seguir adelante con nuevos proyectos. "Sin innovación, no hay exportaciones. Y el juego de las farmacéuticas es global", añade. La valoración del sector es que, hasta ahora, la industria local ha sido un actor secundario en el mercado farmacéutico mundial, a pesar de contar con las bases -experiencia técnica y escala, entre otros factores- para consolidarse como protagonista. "Ya estamos en la frontera de los biosimilares.

El mayor cuello de botella sigue siendo la regla de precios para la innovación incremental", reitera Alario. A partir de esta primera fase, que fue la transferencia de tecnología para la producción de biosimilares en el país, algunos laboratorios ya se están aventurando en el desarrollo de medicamentos aún más complejos e innovadores.

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